In Memorian
In Memorian
Dr. Manfred Fischer (30-5-1935 / 26-3-2014)
Dr. Arturo Heidenreich
Se nos fue el querido Manfred, nacido en el barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires, quien en su vida había desempeñado 24 oficios y una profesión.
A los tres años de edad sus padres, con escasa visión de futuro, lo llevan a Alemania. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) recuerda que en el refugio antiaéreo en la ciudad de Hannover, donde residían, había una bicicleta fija para generar electricidad. No sufrió privaciones alimentarias porque su padre, encargado de los radares de la ciudad, recibía raciones complementarias y los abuelos, que vivían en el campo, les enviaban el excedente de su producción y algunos peces de su laguna.
Del hambre de la posguerra sí se acordaba, como también de la generosidad de los soldados americanos, sobre todo de los de raza negra, que a los chicos les regalaban golosinas.
Dr. Manfred Fischer.
Regresa a Buenos Aires en 1948, con la familia incrementada con su hermano Carlos, nacido en 1943. En la Argentina, sin conocer el castellano concurre al 6º grado del Colegio General Belgrano para realizar luego, en forma incompleta, el secundario en el Colegio Nacional de San Isidro. El único deporte al que se dedica es al remo en el Club Teutonia (como buen alemán no podía ser otro).
Viajan a Chile donde al padre le habían prometido que manejaría una escuela de adiestramiento de perros ovejeros alemanes para la policía y el ejército, pero el proyecto falla por muerte del contacto. La familia se dedica, en Valparaíso, a la fabricación de chacinados alemanes. Manfred repite el 4º y 5º año del Colegio Nacional e ingresa a la Facultad de Medicina de Santiago de Chile. En ese período se dedica al tenis y se desgarra el músculo plantar delgado.
Tuvo que regresar a Buenos Aires, convocado por las Fuerzas Armadas para cumplir con el Servicio Militar, que le toca en Marina durante dos años y medio. Recuerda que estando de guardia en el frente de un edificio de la Marina, una noche revisando su arma se le escapa un tiro, el revuelo que esto ocasiona lo explica a sus superiores diciendo que había sido tirado por otro en las inmediaciones. Más le costó conseguir una bala para reemplazar la faltante.
Ingresa luego en la Facultad de Medicina de la UBA y para mantenerse pone un kiosco de cigarrillos y golosinas con dos compañeros de facultad. Luego consigue trabajar como visitador médico en los años 1960-65 del Laboratorio Kasdorf, a cuyo fundador y dueño admira.
En 1963 se casa con Ana María Kemptner, ex compañera de colegio, tenista obsesiva y maestra jardinera de la Rudolf Steiner Schule, quien fallece bruscamente en 1972.
Se recibe de médico en 1964 y trabaja como médico de fábrica en la provincia de Buenos Aires en las empresas Mercedes Benz y Akapol (poxipol). Actúa como médico concurrente en el Hospital Alvear durante un año (1965-66).
Se propone especializarse en Proctología en Alemania, hacia donde viaja como fogonero de un barco de la Compañía Hamburg-Süd. Su experiencia en la ciudad de Detmold (norte de Renania), donde lo había contratado un coloproctólogo alemán negrero y delincuente al que le hace y gana juicio, es negativa.
Para sobrevivir tiene que trabajar como taxista y su mujer como empleada de un Kaufhof (supermercado), hasta que ingresa en Cirugía General del Hospital de Billefeld, cuyo jefe llevaba como apodo el de “terror testicular” por castrar y hacer castrar a todos los enfermos que se operaban de hernia inguinal en su Servicio.
Extraña la Argentina, a lo que contribuye el papeleo médico alemán que lo abruma, por lo que el matrimonio regresa en 1968. Kasdorf lo contrata como asesor científico e ingresa al Hospital Alemán de Buenos Aires en el Servicio de Cirugía General a cargo del Dr. Alfonso Weyland para dedicarse poco después, en 1970, a la Coloproctología donde tengo el gusto de conocerlo y adoptarlo como amigo y discípulo.
Poco después, en 1974, se casa en segundas nupcias con Nora Maulella. En 1980 nace Astrid, su única y adorada hija.
En ese mismo año compra un campito en Uribelarrea, a 92 kilómetros de Buenos Aires. Instala allí, en un galpón, una carpintería para gozar de su pasatiempo favorito. Con una sierra sin fin, peligrosísima, fabrica mesas, camas, escaleras y repara viejos escritorios. Para evitar que se ensucie la pileta de natación y crezcan algas, instala un ingenioso dispositivo que consiste en la unión de numerosas tablas de plástico de cortina de enrollar unidas entre sí, que flotan y forman un piso sobre el agua a la que oscurecen. En este período se dedica además a la equitación, que ya antes había practicado con entusiasmo.
Durante nuestros largos años de trabajo en común, aparecieron los instrumentos flexibles de endoscopía iluminados por fibra óptica. Pedro Hülskamp (1925) como Jefe del Servicio de Cirugía, solicitó un gastroscopio y cuando le sugerí pidiera también un colonoscopio nos dijo que por cuatro estudios de colon que se hacían por año no convenía comprar un aparato tan caro. Decidimos adquirirlo a medias con Manfred y no nos arrepentimos. En la actualidad el 60% de los procedimientos endoscópicos que se realizan en el Hospital Alemán son colónicos. El inconveniente de entonces era la visión monocular, que solucionamos adquiriendo un visor lateral, nos costó lo mismo que una pileta de natación que construía un amigo nuestro en el Country Club CUBA de Villa de Mayo, por eso cada vez que lo necesitábamos decíamos “pásame la pileta”.
En 1983, siendo Director del Hospital Alemán el Dr. Enrique Meiller, Manfred Fischer fue designado Vice-Director, cargo que desempeña hasta 1987, cuando pasa a ser Director durante 12 años, hasta 1999.
Hizo carrera y amigos fuera de la colectividad alemana, en las Comisiones Directivas de la Sociedad Argentina de Coloproctología, donde fue elegido Presidente por el período 1992-93. Entre los profesionales que lo apreciaron mencionó a Julio Dante Baistrocchi, Alfredo F. Graziano, Eduardo Donnelly, Rodolfo Lembrande y otros que no recuerdo.
Durante su vida cosechó muchos amigos entre los que me cuento, acompañado por Lothar Fauth, Carlos Fischer, Claudio y Heriberto Fritsches, Edgardo Rhodius, Roberto Schäfer y Ewald Schmee, del Hospital Alemán. En su actuación en los distintos clubes de los que fue socio y en otras circunstancias, hizo amistad con Juan Carlos Claus, Fernando Daniel, Sigfrido Hagen, Reiner Kielke, Ernesto Kramer, Rodolfo Lust, Kuno von Mayer, Peter Müller y Lázaro Romero.
Su corrección, responsabilidad y excelente trato con los enfermos hicieron de él un colaborador insustituible.
Aquejado de una lenta pero progresiva enfermedad deja la práctica hospitalaria y privada en el 2005 para ser internado en un geriátrico en el 2010, donde fallece el 26 de marzo de 2014.